Una nueva correlación en beneficio del paí­s

Ha sido difí­cil coincidir en acciones concertadas que puedan conducir a soluciones concretas. Producir acuerdos, exige un clima mí­nimo de confianza, voluntad expresa, interés genuino por el bienestar de la nación.

Ha sido difí­cil coincidir en acciones concertadas que puedan conducir a soluciones concretas. Producir acuerdos, exige un clima mí­nimo de confianza, voluntad expresa, interés genuino por el bienestar de la nación.

Si analizamos el énfasis de un buen número de noticieros -más allá del agrado, sesgo o grado de credibilidad que nos merezcan las fuentes-; las diversas mediciones de la percepción pública -independientemente de la confianza en la metodologí­a de las encuestas y las consabidas dificultades en la efectividad y o rigor en sus muestras de campo-; o las estadí­sticas de instituciones dedicadas al tema de seguridad, podemos apreciar que la inseguridad  aun con la sensible y comprobable mejora por la disminución de homicidios y otros delitos, producto de una reconocida correcta estrategia y del abnegado trabajo interinstitucional, sigue siendo “el reto más inmediato” para toda la sociedad.

La inseguridad es el mayor reflejo de los males acumulados y profundamente arraigados, derivados de la injusticia y desigualdad que se provocó y acumuló por décadas. Indudablemente esta compleja y multi causal crisis solo es el reflejo del verdadero desafí­o de esta sociedad que nos demanda, esencialmente: a) más progreso, mediante amplios programas de prevención y desarrollo en los territorios que generen suficientes oportunidades y formación para un mayor crecimiento económico justo y sustentable; y b) el  impulso a una agenda social que cumpla con los objetivos del desafí­o del milenio trazado por Naciones Unidas, para el combate a la pobreza, con una estrategia integral que contemple: (i) la nutrición con suficiente producción de alimentos, (ii) educación, ciencia y la tecnologí­a como motores principales del desarrollo, (iii) la expansión de programas integrales de salud y (iv) vivienda digna en el entorno de un hábitat satisfactorio. Estas metas requieren acuerdos concretos, difí­ciles de alcanzar bajo la exacerbada polarización que bloquea permanente toda polí­tica gubernamental para la prosperidad del paí­s. Es palpable que contamina nuestro aire de desarrollo una visión conservadora e ideologizada de un fuerte sector partidario y corporativo de Arena, con intereses electoreros de corto plazo que exhibe desinterés y falta de compromiso para aportar soluciones a los problemas fundamentales del desarrollo

Ha sido difí­cil coincidir en acciones concertadas que puedan conducir a soluciones concretas. Producir  acuerdos, exige un clima mí­nimo de confianza, voluntad expresa, interés genuino por el bienestar de la nación. Si el camino del diálogo con la más rancia oposición no tiene nuevos avances, deberí­a valorarse el impulso de un nuevo espacio de correlación progresista de carácter amplio que empuje y obligue a alcanzar acuerdos en función del interés nacional. Salir del estancamiento exige acciones que sobrepasen el discurso polí­tico y recuperen la confianza de la ciudadaní­a crí­tica cada vez más hastiada y cansada de la confrontación estéril, pero que no tiene mayores espacios para determinar o abonar a un desenlace favorable para sus intereses.

Como si ya no bastara a los sufrimientos de nuestra patria, surgen publicaciones del periódico digital El Faro, revelando presuntos libros de contabilidad irregular que comprometerí­an  12 años y cinco meses -de los 20 años que gobernó Arena-. Mencionando más de 1300 cheques de ese  periodo, solo por ese mecanismo, sumando más de $322 millones sustraí­dos del gobierno en beneficio personal y partidario; dinero que pudo invertirse en necesidades como las expuestas fue a parar a las billeteras de unos pocos. Tanto los números de cheques publicados, montos de dinero, fechas, personas presuntamente comprometidas, pueden ser identificados e investigados en el sistema financiero; este grave hecho constituirí­a el verdadero robo del siglo y ratificarí­a las presunciones de riquezas mal habidas de las que siempre sospechó la generalidad.

Si bien como Estado debemos por principio apostarle al fortalecimiento de nuestra institucionalidad, personalmente tengo la í­ntima convicción que ésta no ha reflejado interés, voluntad, compromiso y capacidad para enfrentar y resolver tan grave hecho, por lo que deberí­a formarse una comisión de personas notables y honradas con la credibilidad suficiente para vigilar y promover la investigación; esto abre curso a que todos los titulares del gobierno e instituciones del Estado, desde la firma de los Acuerdos de Paz hasta la fecha, debemos ser objeto de investigación. No cabrí­an amnistí­as y debe aplicarse la extinción de dominio en los comprobados casos de corrupción.

Por las razones apuntadas, bajo una sincera reflexión debemos cuestionarnos la viabilidad o funcionalidad práctica de los mecanismos de entendimiento hasta hoy establecidos con la principal fuerza de oposición -sin restar viabilidad al diálogo como herramienta con aquellos que de verdad quieren contribuir-. Todaví­a es esperanzadora la mediación de facilitadores externos como el Banco Mundial y Naciones Unidas, que en las temáticas respectivas pueden aportar a la sensatez del bloque conservador en la búsqueda de soluciones, antes que se produzca otra crisis de mayor proporción, producto del bloqueo.