Ultraricos, Chamba Arias y su carrito del supermercado

AMPLIEMOS nuestros cuestionamientos a la totalidad de cosas, no nos conformemos con las «minucias» que nos arrojan, cuestionemos todo, incluso aquello que parece natural "“$21 MIL millones en manos de 160 personas por ejemplo"“

«No existe opinión pública, existe opinión de clase»
Roque Dalton

En la actualidad ha bajado la intensidad de las noticias y discusiones sobre el número de «ultraricos» en El Salvador, pasando a concentrarnos mediáticamente en las «minucias de la vida corriente»[1] dejando de lado discusiones más estratégicas sobre los problemas actuales del paí­s. La opinión pública ““o como dirí­a Roque: «la opinión de clase» ““ se concentra en aspectos coyunturales, en los que «el poder»; representado por los medios de comunicación hegemónicos y en la derecha polí­tica; logra imponer en la percepción de una ciudadaní­a cada vez más agotada por «el arduo trabajo fí­sico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego»[2].

La fotografí­a de Chamba Arias es un ejemplo: el «hombre de la desdolarización» empujando alegremente un carrito en el supermercado lleno hasta el «copete»; fotografí­a compartida y publicada por todas partes, celebrando el fin del «socialismo» o simplemente cuestionando que gaste plata en ese supermercado; no cabe duda que esas «minucias» alegran el dí­a o resienten el hí­gado, pero siguen siendo eso: «minucias».

Por otra lado, existen los «ultraricos» (personas con más de $30 millones) en El Salvador, quienes han pasado de ser 140 en 2011 a 160 en 2014 y que acumulan juntos $21 MIL millones (por división simple: $131 millones cada uno), a éstos «ultraricos» se les llama de muchas maneras: personas «influyentes», «exitosas», o «distinguidas» viven en enormes mansiones, tienen tierras, aviones, helicópteros, y autos de lujo e incluso zoológicos privados, éstas personas son admiradas y parecieran un modelo de éxito a seguir; controlando además medios de producción, medios comunicación hegemónicos y se mueven en el trasfondo de las decisiones polí­ticas del paí­s.

Lo anterior, NO es una «minucia», en términos prácticos con $21 MIL MILLONES se puede cubrir por más de 3 años el presupuesto general de la nación (pagar todo el personal de salud, educación, seguridad y mucho más). Y NO nos cuestionamos el origen y los usos de éstas cantidades de recursos, nos parece extraño y nos molesta que Arias llene su carrito en el supermercado, pero no nos parece indignante que alguno de esos «ultraricos» vuele en primera clase un dí­a para comprarse un par de zapatos a Miami, nos molesta que el SITRAMSS tenga carril exclusivo, pero no nos molesta ver a lo lejos el helicóptero de un «ultrarico» llegando a su empresa o a su isla en Coatepeque, ni mucho menos que pague una miseria de salario al personal.

AMPLIEMOS nuestros cuestionamientos a la totalidad de cosas, no nos conformemos con las «minucias» que nos arrojan, cuestionemos todo, incluso aquello que parece natural ““$21 MIL millones en manos de 160 personas por ejemplo”“, auto-cuestionemos nuestros actos y nuestra coherencia, nuestra participación polí­tica y enfoquemos nuestros esfuerzos al enemigo común ““sin descuidar nuestro entorno inmediato y criticando lo haya que criticarse”“.

[1,2 G. Orwel, 1984]