El Presidente Donald Trump no consigue encausar las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania. Desacuerdos sobre un alto el fuego permanente, y garantías de seguridad para un pacto de cese de hostilidades.
Foto: Servicio de Prensa Presidencial de Ucrania.
Desde Ginebra, Juan Gasparini.
La actual guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, despliega su estrategia de intimidación «para dominar» a un adversario, «instalando un sistema de miedo estructural», ejerciendo «una violencia sicológica, verbal, física, sexual o económica», para conseguir una sumisión «absoluta afirmando su poder» sobre Ucrania. Resulta un «mensaje» para hacerle temer al destinatario de sus intenciones «una violencia más grande», con el fin de «crear una servidumbre voluntaria». (1)
Los antecedentes más notorios sobre la intimidación comienzan en los «juicios de Moscú», entre 1936 y 1938, instigados por el líder ruso Josef Stalin, contra trotskistas y opositores del Partido Comunista de la Unión Soviética. Destacan en 2011 la «barbarie» desatada por Bachar el Assad en Siria, y el derrocamiento de Mouammar Kadhafi en Libia. Prosiguen con la represión de las manifestaciones iraníes, ocasionando la muerte de Mahsa Amini en 2022. (2)
Cabe precisar que la intimidación «es un acto racional, una expresión política que persigue un objetivo preciso», pudiendo «tener vocación internacional». Pretende obtener «satisfacción en el plano territorial, militar, diplomático, económico, u otros, frente a competidores contra los cuales estime defender su interés nacional». Persigue también «consolidar un régimen, impedir la desestabilización o la critica, buscar ganancia en política exterior y legitimidad interior». (3)
La intimidación «es diferente a la provocación. Esta última apunta de desencadenar un engranaje (por un acto o mediante palabras), mientras que la intimidación previene que conviene evitarlo, escuchando la advertencia del intimidador». Se inscribe en un registro de acción política internacional para «disuadir a uno o varios actores de emprender o reiterar una acción en el futuro, de adoptar o conservar un comportamiento, juzgado contrario a los intereses del intimidador, buscando llevar al intimidado a obedecer bajo pena de castigarlo». (4)
Todo esto se inscribe «en una lógica de conflicto y no cooperación». Explora imponer una jerarquía, de potencia y no instaurar un dialogo, el cual no excluye la negociación, pero a condición que ella se desarrolle únicamente según los términos y condiciones impuestas por el intimidador». La practica de la intimidación se ha incrementado desde el inicio de los años 2000. Falta saber si es eficaz, crucial para una Europa que no confía en discursos amenazantes. (5)
En este contexto doctrinario se inscribe el diferendo entre Rusia y Ucrania para apaciguar la guerra. Vladimir Putin anuncia une tregua para celebrar el 9 de mayo próximo en Moscú el aniversario de la victoria de los aliados contra la Alemania de Hitler en 1945, apropiándose totalmente de 4 provincias ucranianas, 3 de las cuales Rusia no ha conseguido ocupar totalmente: Lugansk (99%), Donetsk (66%), Zaporijia (73%) y Jerson (72%), más la Crimea. Ucrania reivindica recuperar todos esos territorios. Y pide un cese el fuego para negociar la paz.
La mediación del Presidente estadounidense, Donald Trump, admite la anexión de facto de la Crimea, invadida por Rusia en 2014, al igual que las demás provincias ucranianas, ocupadas no totalmente por Kremlin durante la supuesta «operación especial» desencadenada por Vladimir en 2022, con supuestos fines de «desnazificación. Trump ofrece presuntas «garantías de seguridad» a Ucrania y amenaza con sanciones a Rusia, disposiciones cuyo contenido se desconoce públicamente, prohibiéndole a Kiev su entrada en la OTAN.
El Kremlin ha propuesto una «administración temporaria en Ucrania, bajo control de la ONU, para organizar elecciones democráticas que permitan llevar al poder a un gobierno viable, que se beneficie de la confianza del pueblo», facultándolo «para firmar un acuerdo de paz». El mandato de Volodymyr Zelensky finalizó en 2024, «prolongado por el estado de guerra en el país», que impediría la realización de elecciones, lo cual Moscú no acepta como argumento válido no obstante su aprobación por el parlamento ucraniano. Rusia concentra tropas en la frontera con las ex-repúblicas soviéticas, hoy integradas a la Unión Europea (Estonia, Lituania, Letonia). (6)
(1,2,3,4,5) Frédéric Charillon, «Géopolitique de l’intimidation», Odile Jacob, Paris, marzo de 2025.
(6), Le Monde, París, 28 de abril de 2025.