Roedores en el Edén

"Tener jardín en la Ciudad de México es poseer un rincón del edén, privilegio de pocos, sueño de muchos": Gabriel Otero.

Por Gabriel Otero.

Para doña Chelo, con cariño.

Tener jardín en la Ciudad de México es poseer un rincón del edén, privilegio de pocos, sueño de muchos, es también territorio y hogar de varias especies. Después del norteado gato doméstico que cayó del cielo hace unos meses, las miríadas de alacranes se reproducen ahí, en temporada de estío y buscan refugio en los pisos de abajo del condominio, estos se meten entre los resquicios en busca de alimento y no se puede andar descalzo por el riesgo de caminar distraído, sin ver el piso, y recibir un piquete sumamente doloroso.

Mi vecina, una educada y encantadora dama octogenaria, con la que compartimos la exclusividad del vergel, me llamó la noche del lunes:

─Disculpe que lo moleste─ me dijo, alarmada─ ayer que me visitaron unas amigas me di cuenta de que una rata gris se paseaba impune entre las plantas. Lo bueno es que ni Coco, ni Laura se percataron de la presencia de la roedora, yo cuando vi a semejante alimaña las invité a pasar a la sala, sino imagínese, ¡qué horror! como si uno viviera perdido en la chifurnia, le aviso para que cierre sus ventanas y tome las precauciones que considere pertinentes, tenía mucho de no aparecer uno de esos seres asquerosos, hasta se me eriza la piel hablar de ellos, usted perdone, ya le marqué a Salomón el jardinero y a Fernando el conserje para que coloquen los cebos y trampas necesarias, le mando abrazos a usted y a su familia. ─Y colgó─

La vecina, me impulsó para viajar en retrospectiva hacia mis encuentros cercanos con estos animales, de los que se calcula existen de seis a diez ejemplares por habitante en el Valle de México, un aproximado de 132 a 220 millones (1), suficientes para generar cualquier peste y el síntoma inicial de la llegada del apocalipsis.

Recuerdo imágenes aterradoras, como aquella ochentera y distópica en que decenas de roedores transitaban gozando la nocturnidad en la avenida Bucareli en el centro del Distrito Federal, corrían de un lado a otro buscando alimento y sacrificando a los más débiles y pequeños de su especie, esta tendencia se acentuó durante la pandemia, las ratas se tornaron darwinistas y crecieron en tamaño.

Y en el restaurante del Tío Tom en Zihuatanejo, unos amigos cometieron raticidio al apuñalar a un roedor bien desarrollado, sí, fue una salvajada, se escuchaban terribles los chillidos y el sangrerío chorreaba desde la canaleta del techo.

Tenía guardado otro retrato en el cerebro, este con un tono leve pero simpático, en San Salvador en la cocina de la casa familiar, siempre se cerraba la puerta giratoria, y por las noches a través del vidrio se podía vislumbrar un minúsculo ojo que brillaba y se posaba arriba de una de las dos estufas, era un ratón, tan tierno como la transmisión del hantavirus y la salmonelosis, al final falleció al comer queso envenenado.

Memorias aparte, con la llamada de la vecina, exigía tomar medidas inmediatas para impedir el ingreso de roedores al departamento, la primera fue cerrar las ventanas que dan al jardín, por la mañana veríamos la obligatoriedad de llamar al exterminador de plagas.

A la mañana siguiente, la vecina me envió las últimas noticias por Whatsapp:   

─Buenos días, vecino─ escribió ella muy propia─ ayer la rata se posó en la orilla de la ventana de su departamento, la muy cínica se dio el tiempo a que la observaran Raquel y Fernando, y usted perdonará la expresión, el pinche animalejo todavía sigue por aquí, Dios sabe las razones para hacer sus creaturas, pero yo no las tolero, lo mantendré al tanto del asunto─ Concluyó─.

Era notorio que andaba alterada con el tránsito de los roedores en nuestro edén, tenía la determinación de acabar con ellos cuanto antes, intuyo que la encantadora señora padece de musofobia en grado superlativo, especulación confirmada en el mensaje, enviado por la tarde escrito por la señora Raquel, vecina del jardín de abajo quien demostró el poder de la oración.  

 ─Amiga, te paso el reporte del jardín. Todo está muy tranquilo.  ─comentó aliviada─ La rata se envenenó con el cereal que le puso Fernando y la encontramos muerta en la esquina de la ventana que colinda con tu vecino donde estaban las setas. Salomón se llevó el cadáver. Había otra más, pero huyó. Aparentemente no hay nada en el jardín. Hoy estuve toda la tarde afuera rezando el rosario y Luciano salió a jugar básquet y ya no vimos nada. Todo está en paz, podemos dormir tranquilas. ─Puntualizó esperanzadora─.

La irrupción roedora fue aplacada gracias a la intervención divina y su infinita misericordia que con su gracia cubrió a sus creaturas al escuchar la plegaria de una de sus creyentes, aunque los vulgares ateos afirmaríamos que la incipiente invasión rateril fue contenida por el uso de cebo con brometalina.

Y sobre el tema, el último mensaje enviado por mi vecina fue la respuesta a la señora Raquel:

─Ojalá, porque en verdad son muy desagradables ni en las películas los puedo ver, excepto a los de Cenicienta, Gus y Jack, gracias por todo, lo bueno fue que se actuó rápido, pero sobre todo porque vi al animal, sino todavía andaría por acá, un abrazo, querida amiga. ─Enfatizó colocando un feliz punto final a este affaire que nos hizo cerrar las ventanas─

Y creo que ni siquiera viendo a la heroína Remy, la talentosa rata chef de Ratatouille, esta especie causaría empatía en mi querida vecina.

Tiene toda la razón del mundo.

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(1) Granados, A. (2024, noviembre 28). Aumento de ratas en México: Expertos advierten cifras alarmantes y cómo prevenir infestaciones. Publimetro México. https://www.publimetro.com.mx/noticias/2024/11/28/aumento-de-ratas-en-mexico-expertos-advierten-cifras-alarmantes-y-como-prevenir-infestaciones/