La expulsión forzada de los palestinos: una tragedia humanitaria ignorada

"Lo que vemos hoy en Gaza es un intento descarado de erradicar a su población, disfrazado de una 'solución humanitaria'": Alonso Rosales.

Por Alonso Rosales.

En medio de la brutal ofensiva israelí sobre Gaza, han surgido informes de que el mandatario estadounidense Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu contemplaron la posibilidad de desplazar forzosamente a la población palestina hacia Egipto y Jordania. Esta idea, más cercana a la limpieza étnica que a una solución política, representa un acto de deshumanización sin precedentes en tiempos modernos.

Lo más alarmante es el silencio cómplice de la comunidad internacional, las Naciones Unidas y, en particular, la Liga Árabe, que parece haber asumido un rol pasivo mientras miles de palestinos sufren el desplazamiento, el hambre y la muerte.

Despojo y desplazamiento: una táctica de larga data

La idea de desplazar a los palestinos no es nueva. Desde la Nakba de 1948, Israel ha impulsado políticas de colonización, ocupación y expulsión. Sin embargo, lo que vemos hoy en Gaza es un intento descarado de erradicar a su población, disfrazado de una “solución humanitaria”. La devastación causada por los bombardeos indiscriminados, la falta de suministros básicos y la imposibilidad de evacuar de manera segura forman parte de un mecanismo de presión para forzar el éxodo palestino.

Bajo la administración de Trump, Estados Unidos mostró un apoyo incondicional a Israel, reconociendo a Jerusalén como su capital y facilitando la expansión de los asentamientos ilegales. Ahora, la idea de reubicar a los palestinos en Egipto y Jordania encaja dentro de la misma agenda: reducir el conflicto a una cuestión de refugiados en lugar de reconocer el derecho legítimo de los palestinos a su tierra.

La indiferencia de la comunidad internacional

A pesar de la gravedad de la situación, la comunidad internacional ha reaccionado con una tibieza alarmante. Naciones Unidas, cuya misión es salvaguardar los derechos humanos, ha mostrado una incapacidad absoluta para frenar la agresión israelí o tomar medidas concretas contra la limpieza étnica en curso.

La Liga Árabe, por su parte, ha adoptado una actitud sumisa. Mientras la causa palestina sigue siendo un símbolo de resistencia en el mundo árabe, los líderes de la región han priorizado sus propios intereses geopolíticos sobre la solidaridad con Gaza. Egipto, que controla el paso de Rafah, ha restringido el ingreso de refugiados, y Jordania, aunque ha expresado su oposición a la expulsión, no ha tomado acciones contundentes para impedirlo.

Un crimen contra la humanidad

Desplazar a la población de Gaza no solo es una violación flagrante del derecho internacional, sino que también es un crimen contra la humanidad. La Convención de Ginebra prohíbe los traslados forzosos de población en territorios ocupados, y el Estatuto de Roma clasifica la deportación como un crimen de guerra.

La pasividad del mundo ante este intento de erradicación de los palestinos es vergonzosa. No es solo una cuestión política, sino una crisis moral. Si la comunidad internacional sigue mirando hacia otro lado, no solo se consolidará la opresión del pueblo palestino, sino que también se sentará un peligroso precedente para otros conflictos en el mundo.

Ante la indiferencia global, la única alternativa que le queda al pueblo palestino es la resistencia. La historia ha demostrado que la opresión no dura para siempre, y la lucha por la justicia sigue viva en cada palestino que se niega a abandonar su tierra.

Es momento de que la comunidad internacional despierte de su letargo y actúe. No se trata solo de Gaza, sino de la dignidad humana. Permitir una limpieza étnica en pleno siglo XXI es un fracaso moral de la humanidad.