En medio de la creciente tensión comercial entre EE. UU. y China, un nuevo frente de batalla ha empezado a tomar forma: el mercado de deuda pública estadounidense.
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Por Bolsamania.
En medio de la creciente tensión comercial entre Estados Unidos y China, un nuevo frente de batalla ha empezado a tomar forma: el mercado de deuda pública estadounidense. Los rumores de que China, el segundo mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro de EEUU, podría estar deshaciéndose de estos activos en grandes cantidades han estremecido a los mercados, inquietado a los inversores y generado un debate estratégico en Washington y Pekín. Más allá de los aranceles y los discursos políticos, se vislumbra una amenaza más profunda y estructural: el uso de la deuda soberana como arma geopolítica.
Esta maniobra, que podría parecer financiera en su superficie, encierra implicaciones económicas y diplomáticas de gran envergadura. Una eventual venta masiva de bonos por parte de China podría alterar el valor del dólar, encarecer la financiación del déficit estadounidense y generar inestabilidad en los mercados globales. En otras palabras, Pekín podría estar intentando asestar un golpe silencioso pero demoledor al sistema financiero estadounidense justo en el momento más vulnerable de la presidencia de Donald Trump.
China ha mantenido durante décadas una posición clave como financiador del déficit estadounidense. A lo largo de los años, ha acumulado hasta 1,3 billones de dólares en bonos del Tesoro, aunque esa cifra ha caído paulatinamente hasta situarse en 761.000 millones a principios de 2024, según datos del Departamento del Tesoro de EEUU.
El motivo de esta desinversión no ha sido meramente económico. En un contexto de guerra arancelaria exacerbada, con EEUU aplicando un nuevo arancel del 104% a productos chinos, la reducción en la tenencia de deuda se percibe como un movimiento intencionado. La amenaza tácita de liquidar bonos a gran escala puede ser una estrategia para elevar los rendimientos y dificultar las futuras emisiones del Tesoro.
¿Un arma de doble filo?
Aunque vender deuda estadounidense puede parecer un castigo eficaz, algunos expertos advierten que el poder de China en este terreno es limitado. Judith Arnal, del Real Instituto Elcano, recuerda que las tenencias chinas representan menos del 3% del total de deuda pública estadounidense y solo el 9,6% de la deuda en manos extranjeras. Esto significa que un impacto devastador, aunque posible, no es inminente ni garantizado.
Además, gran parte de estos bonos se utilizan como colateral financiero, lo que dificulta su liquidación masiva sin consecuencias negativas también para China. La interdependencia financiera es tal que el uso de esta arma podría tener un efecto bumerán.
Los mercados reaccionan
Las recientes jornadas han sido testigo de un repunte significativo en los rendimientos de los bonos estadounidenses. El bono a diez años alcanzó el 4,45%, mientras que el de treinta años superó el 5%. En paralelo, el S&P 500 registró una caída del 1,57%, un reflejo de la creciente aversión al riesgo por parte de los inversores.
Los analistas de Citi han llegado a señalar que “los bonos del Tesoro ya no son vistos como refugio seguro”, mientras que desde BNP Paribas Wealth Management se plantea la posibilidad de una “guerra financiera abierta” si más países siguen los pasos de China.
El mensaje que estaría enviando China es claro: la confianza en el dólar y en la deuda estadounidense no puede darse por sentada. De hecho, este episodio podría marcar el inicio de un cambio de régimen financiero, en el cual los inversores comiencen a mirar hacia otras divisas y activos más estables —como el euro o incluso el oro— en momentos de tensión geopolítica.
Por otra parte, el Banco Popular de China ha pedido a los bancos nacionales que reduzcan sus compras de dólares. Este movimiento no solo busca estabilizar el yuan, sino también presionar indirectamente al Tesoro estadounidense y recalibrar la dependencia del sistema financiero global hacia el dólar.
Rumores con nombre propio
Entre las voces que más han resonado en torno a esta presunta desinversión se encuentra Chamath Palihapitiya, un conocido capitalista de riesgo y partidario de Trump, quien aseguró que China “vende bonos del Tesoro para cambiar la narrativa y encarecer nuestras próximas subastas”. Aunque sus afirmaciones aún no se han confirmado oficialmente, su cercanía con el entorno republicano ha elevado el volumen de las especulaciones.
En esta línea, analistas de Kutxabank y Renta4 también advierten sobre una “salida de inversores extranjeros” que parece tener como epicentro a Asia. Japón, aunque sigue siendo el mayor tenedor de deuda estadounidense, se mantiene en un segundo plano diplomático, mientras China aparece en el centro del huracán financiero.
El juego de Trump
Curiosamente, Donald Trump y su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, han celebrado los rendimientos más bajos de los últimos meses como una victoria táctica, ya que facilitan la refinanciación de la abultada deuda que vence en 2025. Sin embargo, si China consigue elevar estos rendimientos, el coste de dicha refinanciación podría dispararse, comprometiendo no solo el presupuesto federal sino también el consumo interno, al encarecer hipotecas y préstamos.
Todo indica que lo que parecía una simple escalada comercial puede convertirse en una crisis fiscal de gran calado, con implicaciones electorales, sociales y geopolíticas de largo alcance.
¿Estamos ante una guerra fría financiera?
Más allá de los titulares y los rumores de última hora, la actual coyuntura revela una verdad incómoda: la economía global está navegando por aguas desconocidas. La interdependencia entre China y EEUU, lejos de ser un factor de estabilidad, se ha convertido en un arma de negociación peligrosa, cuyos efectos podrían ser imprevisibles.
Si China decide continuar deshaciéndose de bonos del Tesoro, o incluso si solo utiliza esta posibilidad como herramienta retórica, puede alterar la percepción internacional sobre la seguridad del dólar y desatar una reconfiguración del sistema financiero internacional. Lo que está en juego no es solo una batalla comercial, ni siquiera un pulso diplomático, sino el liderazgo económico global en el siglo XXI.
Como dijo hace años un estratega de Wall Street: “Si debes 100 millones a tu banco, tienes un problema. Si debes un billón, el problema lo tiene el banco”. En este caso, el banco es Estados Unidos, y China está empezando a hacer números.