“¡Cuántas monjas!”: Papa Francisco

"En este artículo nos limitaremos a la importancia que ellos (Papa Francisco y Mons. Óscar Romero) dieron al rol de la mujer en la iglesia": Arnoldo Sermeño.

Por José Arnoldo Sermeño Lima.

La noticia del fallecimiento del Papa Francisco trae a mi mente el rol que tanto él como Monseñor Romero desempeñaron en muchos temas. En este artículo nos limitaremos a la importancia que ellos dieron al rol de la mujer en la iglesia.

El título recoge las primeras palabras del Papa Francisco el 15 de octubre de 2018, después de recorrer el pasillo central de la repleta Aula Pablo VI, en el Vaticano, con capacidad para 6,300 personas. Esto ocurría un día después de la canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en la Plaza de San Pedro; junto a otras cuatro personalidades ahora santos, entre ellos el Papa Pablo VI, quien había sido maestro de Monseñor Romero durante sus estudios en Roma y, posteriormente -ya como Papa- le había nombrado Arzobispo de San Salvador.

El Papa Francisco concedió esa audiencia del 15 de octubre para los peregrinos que la víspera habíamos asistido a la canonización de Monseñor Romero y los otros cuatro santificados en la Plaza de San Pedro. La inmensa mayoría del público en dicha sala estaba constituída por salvadoreños, regocijados por ver elevado a los altares a su Pastor. Cada quien se había costeado los gastos correspondientes; a diferencia de los funcionarios del gobierno de ese entonces, que gozaban de las prebendas del poder para estar ahí presentes.

La víspera de la canonización de los ahora cinco santos fue engalanada toda la noche por cánticos entonados por laicos y religiosos salvadoreños de ambos sexos; acompañados por amigos norteamericanos y europeos que habían llegado para compartir la alegría por la honra al religioso salvadoreño.

Como ya se mencionó, al día siguiente de la canonización, 15 de octubre, la inmensa Sala Nervi – como también es conocido ese auditorio- estaba a reventar. El Papa Francisco ingresó por la puerta de atrás, y fue saludando de mano y bendiciendo a los peregrinos que estaban en el corredor central, que querían agarrar su mano o le pedían una fotografía -ante el terror reflejado en los rostros de sus agentes de seguridad-, hasta que finalmente pudo llegar al escenario. Todo esto fue acompañado de sonoros aplausos y vítores, que habían iniciado desde que él había aparecido en la puerta posterior del recinto.

Al tomar el micrófono en el escenario, lo primero que exclamó fue: “¡Cuántas monjas!”, refiriéndose a la gran cantidad de religiosas que estaban presentes en el auditorio. La observación del Pontífice desató la carcajada del público que, en efecto, en ese momento cayó en la cuenta del gran número de monjas presentes, a pesar de que ellas habían estado allí desde antes del ingreso del Papa, pero que habían pasado inadvertidas; como ocurre con sus importantes labores cotidianas de tantos y variados tipos, que justamente Francisco trató de exaltar desde el inicio de su pontificado, estrellándose contra siglos de reticencias para la mujer en la curia vaticana.

La observación del Papa por la presencia de las monjas en el evento -y todo lo que ello les había implicado en tiempo, compromisos pospuestos, gastos, etc- recogía su agradecimiento por el sitio privilegiado que tuvieron durante el Arzobispado de Monseñor Romero. Sólo en los 24 meses comprendidos en su Diario pueden enumerarse por lo menos 93 fechas en las que él anotó tuvo contacto con diferentes órdenes de religiosas entre el 2 de abril de 1978 y el 9 de febrero de 1980 (1) para tratar diferentes temas (religiosos, sobre la situación del país, administrativos, etc).

Desde que accedió al arzobispado, Monseñor decidió no vivir en el Palacio Arzobispal sino que pidió albergue en el hospital de cancerosos La Divina Providencia. La Superiora del mismo relata que, cuando él le hizo esa solicitud, sólo pudo ofrecerle dormir en la parte posterior del altar de la pequeña capilla, altar donde posteriormente sería asesinado. Dada la incomodidad evidente en que él vivía, ella le mandó a construir una pequeña habitación en las afueras del templo, donde vivió hasta su martirio. Ese es otro paralelismo con el Papa Bergoglio, quien durante su pontificado vivió en una modesta habitación del hotel Santa Marta, en vez de hacerlo en los palacios vaticanos.

Tanto Monseñor Romero como el Papa Francisco trataron de exaltar el trabajo de las mujeres en general y el de las religiosas en particular. La periodista Elisabetta Piqué, corresponsal en Italia y en el Vaticano, ya lo señalaba en su libro publicado el mismo año en que fue electo como Papa (2013): “En la segunda audiencia general de su pontificado, el 3 de abril, Francisco destaca el ‘rol primario, fundamental´ de las mujeres. Es otro soplo de modernidad para una Iglesia que suele relegar a las mujeres a papeles de segundo plano. Aunque nadie cree que Francisco vaya a abrir las puertas al sacerdocio femenino, sí podría dar a las mujeres cargos más importantes” (2). En el caso de Monseñor Romero ya se mencionó su cercanía con el trabajo de las religiosas, así como el reconocimiento a las diferentes misiones que ellas desempeñan cotidianamente. Por otra parte, en el caso del Papa Francisco, si bien no logró todas las reformas que se proponía para el rol de la mujer en la iglesia; sin embargo, el 19 de enero de 2025 rompió los moldes tradicionales de la iglesia al nombrar a la Hermana Raffaella Petrini como Presidenta de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, así como también Presidenta de la Gobernación de dicho Estado, convirtiéndola así en la primera mujer en dirigir la administración del Vaticano.

Confiemos que la brecha iniciada por ambos prelados sea continuada, tanto para reconocer el papel de la mujer en la iglesia así como también para que se les confíen responsabilidades para las que están ampliamente capacitadas.


(1) Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Su Diario del 31 de marzo de 1978 al 20 de marzo de 1980, Imprenta Criterio, 1990
Citas relevantes sobre este tema:
1978: 2,7,8,15,25,26 de abril; 15,17,24,28 de junio; 3 de julio; 13 de octubre; 15 de noviembre; 10, 17,23,30 de diciembre
1979: 5,14,22,24 de enero; 14,16,18,25 de febrero; 29 de marzo; 11,16,25,30 de abril; 1,4,5,6,7,9,10,11,14,19,20,21,22,23 de mayo; 2, 6,7,10,13,14,19,21,27 de junio; 4,8,9 y 15 de julio; 16,17,18,21 y 30 de agosto; 3,5,10,11,12,15,21,28 y 29 de septiembre; 11,20,27 de octubre; 14,26 y 27 de noviembre; 5,7,8,10,11 y 13 de diciembre.
1980: 8,9,10,14,20,24,25,30 y 31 de enero; 9 de febrero.

(2) Piqué, Elisabetta. Francisco. Vida y Revolución (2013), Ed. La esfera de los libros, Madrid, pag.236