lunes, 28 abril 2025

Antígona de Jean Anouilh

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"En esta obra, la muerte aparece como la única solución posible para alcanzar el ideal de la libertad": Rubén Aguilar Valenzuela.

Por Rubén Aguilar Valenzuela.

El francés Jean Anouilh (1910, Burdeos, Francia – 1987, Lausana, Suiza) presenta por primera vez la obra Antígona (Editorial Losada, Buenos Aires, 1964) en 1944, cuando Francia está ocupada por el ejército de Alemania. Se basa en la obra homónima de Sófocles (Atenas, 495 a.C. – Atenas, 406 a.C.) que fue representada en su ciudad natal en 440 a.C.

Cuando Anouilh escribe la obra tenía 32 años y en ella retoma el texto del trágico griego. Antígona es hija de Edipo y Yocasta. Sus hermanos, Eteocles y Polinices, se han dado muerte entre sí. Creonte, ahora rey de Tebas, decide enterrar solamente al que había ayudado a su ciudad (Eteocles) y dejar insepulto al otro (Polinices).

Antígona cree que su deber es conseguir que su hermano descanse en paz, tratando de cubrir su cuerpo, a pesar de la prohibición de su tío Creonte. Ella es descubierta por los centinelas, que informan al rey que se ve obligado a condenar a su sobrina a muerte en la aplicación de la ley. Tras una larga discusión con su tío acerca del sentido de la vida es enterrada viva.

En el momento en que se cierra la tumba se descubre que el prometido de Antígona, Hemón, hijo de Creonte, su primo, se ha enterrado con ella. Al volver a abrir el sepulcro es demasiado tarde: Antígona se ha ahorcado con el cinturón y Hemón escupe a su padre y se abre el vientre con su propia espada. Al saber la noticia, la madre de Hemón se corta el cuello. El cuerpo de Polinices nunca recibirá sepultura.

La Antígona de Sófocles aborda el problema moral y la ley divina, pero en la Antígona de Anouilh los temas son otros.  Es la misma historia, que cuenta Sófocles, pero con distintos diálogos.

En la tragedia de Anouilh no hay culpables y cada uno de quien intervienen en ella deben aceptar y desempeñar el papel que le ha tocado en suerte. Su Antígona es alguien que rechaza todo lo que limite y condicione su libertad. Y ella está dispuesta a pagar cualquier precio con tal de ser verdaderamente libre, incluso frente a la posibilidad de perder la vida.

En esta obra, la muerte aparece como la única solución posible para alcanzar el ideal de la libertad. La muerte, que es la absoluta negación, la absoluta imposibilidad de ser, es al mismo tiempo, la absoluta negación de los límites. Desde el no-ser es imposible encadenar al ser. He ahí el sentido que Antígona encuentra en la muerte.

Creonte se muestra como incapaz de comprender la posición de Antígona. Para él ella, está obsesionada por la autenticidad individual, que le conduce inexorablemente al hundimiento del barco de su vida. ¿Es el barco tan importante como para sacrificar la felicidad individual de uno mismo? Tal vez no, pero ha de cumplir el papel que le corresponde, aunque ello exija esfuerzo, trabajo, sudor y lágrimas. ¿Quién de ellos tiene razón?

En la misma tragedia está la imposibilidad de que los personajes encuentren un “modus vivendi” que solucione la situación, la ausencia de un punto, sea el que sea, que pueda servir como puente entre las posiciones radicales que cada uno de ellos defiende. Sus posturas son irreconciliables.

La obra de Anouilh encierra una doble tragedia: La del que ha sido sentenciado por el destino a la muerte y la del que ha sido condenado por los dioses a dictar la sentencia y a ocupar un lugar que no quiere, pero al que no puede negarse porque es necesario servir a los intereses públicos. Creonte no ha elegido el papel que le toca representar, pero lo tiene que hacer, es su destino.

A Creonte el principio de la responsabilidad es el motor que impulsa a continuar adelante. Hay que hacerlo y se hace. Creonte termina renunciando a la vida individual en favor de una vida dedicada a la polis, que no le reportará más beneficio que el de la ingratitud. Sin embargo, está absolutamente convencido de que el pueblo necesita de alguien que lo mantenga a flote. El desgarramiento de Creonte es tan auténtico como su sentido de la responsabilidad.

En la Antígona de Anouilh, el tema que una y otra vez aparece es el del sentido de la existencia y de los límites que la vida impone a la autenticidad, así como la imposibilidad de elegir el personaje a representar; es decir, la determinación absoluta a la que nuestra conducta está expuesta desde el principio de nuestro nacimiento. Creonte renuncia a la autenticidad personal en virtud de la responsabilidad a la que está obligado, que es la de gobernar, y Antígona, por su parte, representa el anhelo absoluto de autenticidad, aunque haya que renunciar a la vida, que es justamente la que lo hace imposible.

Antígona

Jean Anouilh
Editorial Losada
Buenos Aires, 1964
pp. 114

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Rubén Aguilar Valenzuela
Rubén Aguilar Valenzuela
Columnista y analista de ContraPunto. Doctor en Ciencias Sociales, con una Licenciatura y Maestría en Sociología y Estudios de Desarrollo Institucional; exfuncionario del gobierno mexicano.

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