jueves, 16 mayo 2024
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Padres de cartón, hijos de cristal

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"Estos padres mimadores o 'Padres de cartón' como les llamo, es decir, adultos que son frágiles en cuanto al desarrollo emocional y de conducta de sus hijos, están formando a 'jóvenes de cristal'": JuanRa Maldonado.

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Por JuanRa Maldonado.

La educación que implanta la familia en los hijos, en especial por parte de los padres, es un tema delicado de abordar y aceptar: amor y disciplina, presencia y ausencia, relaciones presenciales y virtuales son algunos términos que se contraponen en su abordaje y aplicación en la crianza de los niños.

En nuestra sociedad actual, y acrecentado desde la pandemia, el mimo se ha transformado en el estilo de educación de los adultos en los menores.

El mimo es un comportamiento por parte de los adultos, especialmente de los padres, quienes implementan acciones de sobreprotección, complacencia y falta de límites en la crianza de los hijos, es decir, padres que complacen todos los caprichos, deseos y demandas que los menores les exigen. Los padres para evitar que los hijos se enfrenten a situaciones de frustración, desafíos o dificultad, realizan actividades por ellos, desde las mínimas hasta las de mayor esfuerzo, buscando que sus hijos no se equivoquen, se dañen o esfuercen por hacer algo.

Otro factor que refleja la aplicación de mimo por parte de los adultos es que no establecen reglas o acuerdos de comportamiento, lo que genera consecuencias negativas generadas por el comportamiento o acciones inapropiadas de los menores. De igual forma, sin estar conscientes de su efecto, se elogia de forma extrema al menor, atribuyéndole adjetivos o habilidades que no ha desarrollado. Como consecuencia se logra que el menos desarrolle baja frustración al ver que no le salen las cosas, miedo a fracasar al realizar cosas nuevas.

Estos padres mimadores o “Padres de cartón” como les llamo, es decir, adultos que son frágiles en cuanto al desarrollo emocional y de conducta de sus hijos, están formando a “jóvenes de cristal” (que de hecho así se les ha denominado a las generaciones de los millennials, centennials y Alfa). Este tipo de adolescentes se vuelven frágiles y poco preparados para enfrentarse a las situaciones reales y duras que presenta la vida. Al experimentar frustración o fracaso se vuelven vulnerables a desarrollar ansiedad, depresión y no desarrollar resiliencia, las cuales llegan a desembocar en acciones extremas como la violencia o el suicidio.

Otra consecuencia que desarrollan niños mimados en su adultez es que, al habérseles brindarle todo sin esfuerzo en, carecen de la motivación intrínseca necesaria para lograr el éxito por su cuenta, por tanto, se vuelven personas insatisfechas, inseguras, dependientes, individualistas, antisociales, carentes de empatía y generadores de acciones perturbadoras con tal de llamar la atención. Esto afecta la calidad de relaciones con su entorno familiar, de comunidad, escolar y hasta laboral.

Si bien es cierto que no hemos sido formados para ser padres, siempre es tiempo para recapacitar y hacer un cambio en cómo educamos a nuestros hijos (si aún tenemos menores en crianza que oscilan entre los cero a 6 años). Es necesario desarrollar una actitud de límites y reglas con los hijos, pues sólo así se podrá reconocer que el amor verdadero no consiste en proteger a los hijos de todo sufrimiento, sino prepararlos con lo necesario para que enfrenten los desafíos de la vida con valentía, autonomía, tolerancia, responsabilidad y resiliencia.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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