viernes, 26 abril 2024
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Romero: beatificar ‘a toro pasado’ (Parte 1)

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"Este merecido nombramiento al hacer justicia a la reiterada actuación heroica de Monseñor Romero llega 'a toro pasado', es decir, a destiempo".

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Por: José Antonio Alonso Herrero [1]
Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégica
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

En la fiesta de los toros bravos se critica con esta frase “aquel lance en que el torero yergue su figura y se adorna cuando ya ha pasado ante él la cabeza del toro, con lo que el peligro de una cornada es mí­nimo”, se nos dice en google. Expresiones como ésta y muchas otras semejantes son útiles para caracterizar una situación en la cual se pretende obtener ventajas a destiempo y en contra de la lógica apropiada. Nuestro objetivo, situado muy lejos del ambiente taurino, es acudir a este sí­mil para evaluar la actuación del Papa Francisco quien acaba de beatificar a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador. Se recordará que Monseñor Romero fue asesinado en una capilla de un hospital salvadoreño el dí­a 25 de marzo de 1980.

Las reacciones del pueblo salvadoreño y del mismo gobierno tras el anuncio papal fueron inmediatas. Para el sacerdote mexicano Miguel Concha (La Jornada, 23 de mayo de 2015) se trata de “un justo reconocimiento del pueblo salvadoreño y de un oportuno acto de justicia a un personaje de talla internacional”. Serí­a difí­cil encontrar hoy dí­a a alguna persona bien informada que se atreviera a poner en tela de juicio tan respetable opinión del fraile dominico. En nuestra opinión, sin embargo, sin dudar un ápice de los méritos indiscutibles de Monseñor Romero, creemos oportuno acudir al sí­mil taurino para subrayar, primero, que el Papa Francisco como buen jesuita se ha sabido adornar con este reconocimiento tan justo y tan largamente esperado por las mayorí­as salvadoreñas y centroamericanas.

Por otra parte, este merecido nombramiento al hacer justicia a la reiterada actuación heroica de Monseñor Romero llega “a toro pasado”, es decir, a destiempo. Si el Papa Juan Pablo II, por el contrario, fue beatificado casi de inmediato después de su muerte, no serí­a desacertado afirmar que las mayorí­as bien informadas de América Latina estarí­an en lo correcto al proclamar que la beatificación de Monseñor Romero deberí­a haber ocurrido hace varias décadas y en el momento oportuno para que tal nombramiento hubiera podido detener la agresión injusta contra las mayorí­as salvadoreñas, la cual era orquestada por las élites polí­ticas y empresariales nacionales y por el gobierno de Reagan[2]. Esta magní­fica posibilidad, por cierto, hubiera ocurrido en contra de la opinión del entonces Cardenal Ratzinger, el cual siendo prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe “condenó el uso de la palabra “˜mártir”™ aplicada a Monseñor Romero, quien habí­a sido asesinado por sicarios del gobierno salvadoreño” (Carroll, 2009: 264).

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[1] Jose antonio alonso herrero: Doctor ‘Honoris Causa’ New York State University en Letras Humanas (1988); Doctor en Sociologí­a (Ph.D) New York University (1979) (Sociologí­a con Énfasis en América Latina); Sistema Nacional de Investigadores de México :  Nivel  II; Premio del Consejo de Ciencia y Tecnologí­a del Estado de Puebla (México) en Ciencias Sociales y Humanidades, 2003. Profesor-investigador del Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico (ICGDE-Benemérita Universidad Autónoma  de Puebla).

[2] Charles Clemens (1986:229 ) se apoya en LOS ANGELES TIMES para afirmar queDeane R.Hinton,  embajador estadounidense en El Salvador, aplaudió la visita de Juan Pablo II a El Salvador, pero aclaró que “el llamado del Pontí­fice para un diálogo entre el gobierno salvadoreño y la guerrilla izquierdista no habí­a modificado la oposición estadounidense a una solución negociada de la guerra”.

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José Antonio Alonso Herrero
José Antonio Alonso Herrero
Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégica Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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