lunes, 15 abril 2024
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Lo Generacional e Intergeneracional: propuesta a la educación escolarizada (Parte II)

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Esta tesis surge desde hace más de una década en respuesta a la observancia constante del aparatoso impacto que la llamada "tecnologización" ha tenido sobre la sociedad salvadoreña

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Lea la primera parte.

Nota preliminar para el lector

En la Primara Parte de este trabajo expuse un resumen muy general de algunas de las premisas teóricas sustentadas por el positivismo sobre el concepto de Generación. Sobre ello, señalé algunas de las limitaciones teórico-metodológicas que me parecen presenta la concepción positivista al tratar de reducir el concepto Generacional a lo cuantitativo y a la supremací­a que dicha concepción coloca a lo que ella misma llama “caracterí­sticas” de las generaciones. Al respecto, señalé la grave ausencia de los elementos históricos, culturales y educativos en esas definiciones. Precisamente, son esos elementos de los que me valgo para sostener mi propuesta de sustituir el concepto de Generación por Intergeneración a partir de la observancia y construcción hermenéutica de las particularidades y singularidades desde el territorio. 

Cumpliendo con lo que anticipé en la Primera Parte, ahora expongo de manera muy sucinta mi propuesta metodológica para la construcción y observancia del concepto generacional e Intergeneracional. Me parece que en el plano metodológico, abordar lo intergeneracional sin la definición y abordaje particular y singular de lo generacional propio de la cultura salvadoreña, traerí­a los mismos resultados de un positivismo generalizador y nomotético. Requerimos pues, de la construcción de un concepto propio de generación y posteriormente de intergeneración aplicado a la historia y realidad salvadoreña.

Ya hemos dicho que si bien las caracterí­sticas, hechos y percepciones tomadas por el positivismo nos ayudan a conocer ciertos elementos de definición sobre el concepto generación, también su insistente generalización trastoca, entre otras cosas,  las identidades etarias de las sociedades aculturizadas, sin proyecto y definición de lo propio, sin identidad de lo particular y singular. Con el propósito que las sociedades continúen siendo corderos de estereotipos y fotocopias fantasiosas de alcanzar semejanzas con las autollamadas “sociedades de primer mundo”, el positivismo ha desarrollado a lo largo de su aplicación práctica un modelo conceptual que podrí­amos resumir en la siguiente figura:

Las  definiciones homogéneas del concepto han destruido, ocultado e ignorado  las identidades de los individuos en relación con el mundo objetivo al que se hallan vinculados y articulados. Culturas indí­genas, campesinas y  urbanas, grupos emergentes o grupos contestatarios etario-culturales han quedado en la marginación. Dicha marginación riñe plenamente con el sofismo retorico de algunos organismos internacionales que divulgan y “promueven”  la configuración de sociedades multiculturales, multiétnicas, pluriculturales y pluriétnicas pero que, a  la postre, en la práctica, tratan de homogeneizar  ideológicamente  conceptos, formas y modos de vida de los paí­ses pobres y dependientes de acuerdo a los intereses de aquellos paí­ses que rigen el mundo. Esos que rigen el mundo, han difundido un discurso de lo multicultural, inclusivo, pluriétnico, etc., que no es más que una fantasí­a retorica vendida como la apoteosis de la equidad, ecuanimidad y calidad de la vida humana. Eso, en simples términos, ha sido históricamente el tentempié con el que se distrae la miseria, el hambre y la marginación de millones de personas. Siendo así­, solo puede interpretarse su más claro irrespeto a la historia, identidades y cosmovisiones de la multiculturalidad y pluriculturalidad. Así­ pues, desde esa lí­nea, la idea central de homogeneizar y generalizar el concepto de generación obedece fundamentalmente al diseño histórico de algunos paí­ses industrializados de normar, etiquetar, clasificar y decidir sobre las poblaciones etarias de los paí­ses empobrecidos. Normas, Leyes, Convenciones, Acuerdos, Declaraciones Internacionales, en fin, toda clase de figuras y recursos han sido utilizados por el positivismo para designar las funciones culturales, económicas, polí­ticas, familiares y otras tantas en paí­ses dependientes convertidos en esclavos.  

Sin  embargo, pese a las disposiciones de dependencia de los paí­ses empobrecidos por algunos paí­ses industrializados, las sociedades dignas se organizan hacia la construcción de un proyecto de vida diferente en el cual, la historia de su cultura se convierta en la cultura de sus hechos, los hechos de lo propio. Son las particularidades y singularidades territoriales heredadas o emergentes las que recrean el cosmos de sus propias identidades. Esta tesis que sostengo, no resulta de la especulación. Surge desde hace más de una década en respuesta a la  observancia constante del aparatoso impacto que la llamada “tecnologización” ha tenido sobre la sociedad salvadoreña.  Sin  duda, el deslumbramiento sobre la fantasiosa tecnologización y mal llamada modernización, requiere del estudio especí­fico de las esferas de  la vida con las que se vincula, por ello, ahora propongo una Ruptura Epistémica-Metodológica sobre la decisión del concepto de generación al cual, entre otras cosas, se le atribuye la fantasí­a de la modernidad, tecnologí­a e innovación.

Aspectos de Contenido Metodológico de la propuesta

La metodologí­a holí­stica que planteo  consiste en proponer una ruptura epistémica que articule las categorí­as  identitarias, etarias y emergentes necesarias para construir el concepto de Intergeneración. Es, en esencia, la Intergeneración lo que llamo Ruptura Epistemológica tomando como punto de partida y llegada las  particularidades, singularidades y territorio. Pero también, no basta con resolver el problema metodológico, también se debe construir la particularidad y singularidad  en  razón de su verificación y comprobación. Esto se logra mediante una lí­nea de Construcción Epistémica diferenciada del tradicional tratamiento positivista, estadí­stico, tipológico y ciertamente excluyente y racista que el mundo Occidental  ha creado y estigmatizado sobre el concepto de juventud y generación a la usanza de sus propios intereses economicistas laborales, mecánicos y esclavizantes.

Por ello, en virtud del método, la construcción del  concepto generacional debe rebasar las ideas planas y chatas del economicismo y la homogeneización de la cultura a la usanza positivista que propone el descubrimiento de leyes generales y universales que rigen  a la sociedad y naturaleza.

En mi propuesta, son las particularidades y singularidades las que hacen posible la ruptura con esas leyes generales. Ya Bourdieu nos explica la obligatoriedad de la construcción del discurso mediante la observancia epistemológica, en la cual, en primer término, interviene la realidad a través de la ruptura que supere “la influencia de las nociones comunes es tan fuerte que todas  las técnicas de objetivación deben ser aplicadas para realizar  efectivamente una ruptura, más a menudo anunciada que efectuada”[1],  de manera que “el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del más desconcertante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a la percepción”[2]. La percepción subjetiva nos obliga a la objetividad del objeto y, es precisamente esa objetividad lo que debe construirse. Si la objetividad del objeto se alcanza mediante la concreción, dicha concreción no puede ser alcanzada sin la totalidad, así­ pues:

"El punto de vista -“”dice Saussure”” crea el objeto." Es decir que una ciencia no podrí­a definirse por un sector de lo real que le corresponderí­a como propio. Como lo señala Marx, "la totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensamiento es, in fact, un producto del pensamiento y de la concepción [“¦]. El todo, tal como aparece en la mente, como todo del pensamiento, es un producto de la mente que piensa y que se apropia el mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la religión, el espí­ritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como después, su autonomí­a fuera de la mente [“¦] " 1 [K. Marx, texto n- 20].  Es el mismo principio epistemológico, instrumento de la ruptura con el realismo ingenuo, que formula Max Weber: "No son “”dice Max Weber””las relaciones reales entre «cosas» lo que constituye el principio de delimitación de los diferentes campos cientí­ficos sino las relaciones conceptuales entre problemas. Sólo allí­ donde se aplica un método nuevo a  nuevos problemas y donde, por lo tanto, se descubren nuevas perspectivas nace una «ciencia» nueva" 2 [Max Weber, texto nP 21}[3].

Esta  idea de acudir a la realización de lo concreto y de cómo se produce en nuestro pensamiento no está suelta. La formulo con el propósito ““quizás excesivamente pretensioso de mi parte””, de buscar un ví­nculo  entre lo que llamaré Concreción (Intergeneración) y lo holí­stico-epistémico (Particularidades, Singularidades y Territorio).

Llamo  Concreción al concepto de Intergeneración por constituirse, en mi opinión, en el elemento esencial a construir. Esa construcción que podrí­a ser una abstracción en tanto sea observada únicamente como el objeto que media entre cada generación, contrariamente, la expongo como la unidad sistémica, entre cada generación. Ya hemos dicho antes que la generación no está referida al ámbito cronológico-etario. En el ámbito plenamente metodológico, habré de exponer que el concepto de GENERACIÓN no se construye por la diferencia, secuencia o medidas entre las edades.  La generación corresponde a diversas condiciones de orden económico, polí­tico, social, histórico, cultural, territorial. De ahí­ que, bajo esa  consideración, lo Intergeneracional se convierte en la verdadera sí­ntesis de la unidad sistémica entre los individuos y la realidad a la que asisten durante toda su existencia. Dicho de otra manera, denomino INTERGENERACIÓN a la unidad sistémica que articula cada etapa cronológica, social, polí­tica, económica, cultural, ideológica, territorial e histórica que en realidad convierte a esa INTERGENERACIÓN en GENERACIÓN. 

Siendo entonces una lógica un tanto distinta en materia metodológica, la cuenta de las generaciones no  está determinada por las edades, sino, fundamentalmente, por lo que UNE  A CADA UNA DE ESAS EDADES Y LO QUE HACE A CADA UNA DE ELLAS, ES DECIR, LO SOCIAL, POLíTICO, ECONÓMICO, CULTURAL, IDEOLÓGICO, TERRITORIAL E HISTORICO. Si la propuesta tiene alguna cabida, habremos de pensar, entonces, en la Intergeneración como expresión de la unidad sistémica que permite explicar en tiempo, espacio y realidad propia, las diversas formas de concebir la sucesión o establishment de todos los  componentes metodológicos señalados anteriormente en relación con la multi-pluriculturalidad de las poblaciones.

Pensar  la multi-pluriculturalidad significa la observancia de la unidad entre las distintas etapas cronológicas etarias y ontológicas, es decir, lo heterogéneo, multiétnico y pluriétnico que identifica a las poblaciones,  independientemente del grupo etario al que pertenezcan, corresponde pues, a los disimiles estados ontológicos en los que esa población se encuentra, su condición generacional. Esto permite observar la coexistencia, articulación e interacción ascensiva de distintos tipos, niveles y formas de desarrollo y progreso entre las distintas sociedades. Por ejemplo, bien sabido es que en la actualidad, en pleno siglo XXI, aún coexisten formas de sociedad esclavista, feudal, industrial y tecnológica capitalistas. Todas ellas se hallan articuladas  por una serie  de elementos que les proveen la capacidad de subsistir como sistema ““ o en su caso, subsistema””en el modelo de sociedad global. De la misma manera pues, coexisten diferentes grupos etarios en donde la diferencia de edades no impide o se contrapone con sus intereses, gustos, conductas o comportamientos. La sociedad globalizada les ha llevado a no diferenciar dichos elementos. Una persona de 40 0 50  años de edad puede tener los mismos intereses, gustos, conductas y comportamientos de una persona de 12 o 20  años. En sociedades en donde el mercado tecnológico ha inundado y permeado los grupos familiares, los intereses han pasado a ser los mismos (Ej.: telefoní­a celular, juegos, informática, etc.). No hay pues,  una división o separación en las formas de entender y concebir el mundo, por el contrario,  el proyecto capitalista tecnológico ha logrado cumplir su cometido cultural a través del consumismo mercantil.  Así­  pues, no se expresan caracterí­sticas personales o individuales que les distinguen. Pareciera ser que sus caracterí­sticas resultan similares, homogéneas. Precisamente, esa es la base sobre la cual el positivismo destella su homogenización cultural desdeñando las particularidades. Esto nos permite reafirmar que lo generacional (lo cual en realidad denominamos intergeneracional) se constituye de acuerdo al tipo de sociedad y a las formas en las que ésa se organiza. Esa organización -““que puede ser circunstancial, eventual o permanente””dependerá de las propias intradinámicas que la sociedad adopte para su funcionamiento.

Pero  anteriormente he dicho que el método positivista de conceptualizar lo generacional consiste predominantemente en echar mano de las “caracterí­sticas” que aparentemente adquieren los individuos en relación  con sus gustos, inquietudes, preferencias, intereses y otros tantos que  seguramente reflejan ciertos elementos de la vida; sin embargo, el asunto no puede terminar allí­. Eso que acontece sobre las “caracterí­sticas” y que llamaré  representaciones, generan en cierta forma, una nuevo tipo de lenguaje general y quizás, universal, sobre esos elementos, pero no así­, sobre la totalidad de las conformaciones histórico-sociales de los individuos y por tanto, no se hallan en un estado de la conciencia misma de esos individuos. Esas representaciones, deben acompañarse de la intuición  para que, de la unidad de ambas, surja la concreción, no como resultado, sino, como punto de partida. El cumplimiento de ese proceso nos conducirí­a a  –como lo señalo anteriormente””construir el concepto de Intergeneración como la concreción y el mundo holí­stico-epistémico como las particularidades, singularidades y territorialidades del concepto intergeneracional.  Con el propósito de ver la totalidad,  veamos en el siguiente esquema las correlaciones, articulaciones y concatenación ascendente para la construcción del concepto intergeneracional como punto de partida (ruptura epistemológica) hacia la comprensión del concepto generacional:

A cerca del esquema:

Siguiendo  entonces con mi propuesta de referir el concepto de intergeneración como la ruptura epistémica en donde se construyen las identidades, etariedades y los grupos emergentes  los que generan la ruptura epistemológica porque son precisamente esos elementos que se Construyen. Pero también su construcción resulta insuficiente cuando no pueden ser comprobables en el ejercicio de la observancia epistemológica, es decir, en su nacimiento, desarrollo, realización y transformación.

El esquema representa especí­ficamente la construcción del concepto intergeneracional en El Salvador, fundamentalmente aplicado al campo de la educación holí­stica, es decir, la referida al campo de lo escolar y no escolar. Esto implica la elaboración hermenéutica y epistemológica, es decir, teórica y empí­rica de dicha formación conceptual.  Construir el Objeto (intergeneración) en este caso, no significa únicamente elaborar un recuento de conceptos y categorí­as, constituye una aproximación a lo propio, a lo que hace a El Salvador. Para ello me valgo de tres elementos esenciales: 1) la formulación, elaboración y construcción de la Territorialidad,  definida en su sentido más amplio (lingí¼í­stico, cultural, económico, polí­tico, social, ideológico, espacio, tiempo, población, organización, familia, individuo, etc.), 2) las Particularidades, referida a lo propio de cada uno de los elementos señalados antes y 3) las Singularidades referidas a la diferencia (identidades) de las particularidades ya que, sin el abordaje  in situ  de  dichos elementos, muy difí­cilmente podremos construir lo propio, lo que  hace la diferencia y lo que se constituye de manera ontológica, identitaria.

Ya antes me he referido al reduccionismo teórico que  el mundo Occidental ha construido a través del discurso con el que pretende confundir el concepto de “juventud” con “juventudes” y “lo juvenil”.  A esto debemos sumar el eminente peligro del determinismo del concepto tratado como Edad con propósitos laborales. En realidad,  “[“¦]  la edad cronológica constituye un estado de orden biológico, el uso social de esa edad, constituye un interés del sistema cultural, polí­tico, económico o ideológico al que pertenece” [4].  Traigo  a cuenta estos elementos abordados al inicio de este escrito porque me parece sustancial despojarnos constantemente de la pretensión positivista de reducir lo generacional al asunto etario, y en ello, agrupar los conceptos de juventud, juventudes y lo juvenil como una misma condición sin distingo identitario, social, cultural, territorial,  etc. Contrariamente, en principio de cuentas,  el trato epistemológico sobre dichos conceptos no se agota en una sola forma, en realidad, las múltiples maneras de comprender los conceptos de Generación e Intergeneración que ahora presentamos se hallan orientadas fundamentalmente, tal como lo señalamos en el esquema anterior, de manera independiente pero articulada. La independencia resulta de las territorialidades, particularidades y singularidades, mientras que la articulación se genera por la construcción holí­stica del concepto, esto es, por el carácter irreductible de su configuración inter-subjetiva e inter-objetiva. Precisamente esas territorialidades, particularidades  y singularidades son las que generan el concepto de Intergeneración, mismo que se convierte en  la Ruptura Epistemológica y obliga a la construcción del objeto, de un nuevo objeto que no se halle supeditado a la universalidad etaria, identitaria ni emergente, sino, por el contrario, que se configure de acuerdo a cada una de ellas. Lo generacional, intergeneracional pues, en resumidas cuentas, no está reducido al concepto de juventud, la juventud, es en sí­ misma, un elemento más de lo intergeneracional.

Pero, ¿qué es eso de la  Territorialidad que resulta ser tan importante para la definición intergeneracional? El territorio no representa únicamente un espacio fí­sico, geográfico, un lugar. Comprende disimiles elementos que le confieren un estado epistémico único en la formación social de las poblaciones, los estados nacionales, las naciones histórico-culturales.

El territorio comprende  elementos  identitarios propios de cualquier grupo etario o emergente. Esos elementos identitarios se entremezclan, coexisten, conviven, articulan, interaccionan y se unen tanto en la vida cotidiana laboral, familiar, recreativa, creativa, productiva, escolar inicial, parvularia, básica, media y superior. Comprenden usos y costumbres, lenguaje,  intereses, cosmovisión, comunidad, endoculturación, espacios, tecnologí­a, comunicaciones, ecosistema, hábitat,  conexiones  intergeneracionales, enseñanza, aprendizaje, currí­culo es colar y holí­stico-educativo, didáctica, práctica docente, cultura, sí­mbolos y  tantos elementos más que resultan propicios para la observancia y construcción epistemológica. El territorio, surge como punto de partida y no como resultado de las particularidades y singularidades.

___
[1] Bourdieu, Pierre, El oficio de sociólogo, Ed. S. XXI, México, 2002.p. 28
[2] Bourdieu, P., Ibidem.p.29
[3] Bourdieu P., La construcción del objeto, ibí­dem. p.51
[4] Ticas, Pedro, Juventud, juventudes e integralidad en México: grupos emergentes, etarios y divergentes, DDF, México, 1988.p.71

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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