jueves, 2 mayo 2024

Israel debe poner fin a la guerra de Gaza

¡Sigue nuestras redes sociales!

Una vez más, el ejército israelí demostró su impresionante capacidad, aunque el apoyo estadounidense resultó fundamental. Si bien Israel se enorgullece de su capacidad defensiva, las circunstancias cambiaron

Por Dennis Ross

WASHINGTON D. C. – La guerra entre Irán e Israel surgió de las sombras con el ataque que Irán lanzó contra Israel, bombardeándolo con más de 300 drones, cohetes y misiles crucero, pero junto con la fuerzas armadas estadounidenses y otros socios, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lograron interceptar al 99 % de ellos.

Una vez más, el ejército israelí demostró su impresionante capacidad, aunque el apoyo estadounidense resultó fundamental. Si bien Israel se enorgullece de su capacidad defensiva, las circunstancias cambiaron. Cuando se enfrentan amenazas desde siete frentes diferentes —según afirman las FDI—, es importante contar con ayuda. Los israelíes deberán apreciar el valor que les brinda formar parte de una coalición a la hora de enfrentar a Irán, sus representantes y patrocinadores rusos.

Como mínimo, el ataque iraní debiera recordar a los israelíes que la guerra contra Hamás no se da en un vacío internacional, y que el apoyo exterior es importante. La guerra ya entró en el séptimo mes e Israel está consiguiendo éxitos tácticos: está desmantelando la infraestructura militar de Hamás y logró destruirlo como fuerza de combate organizada —19 de sus 24 batallones ya no existen—.

Es un logro importante, pero, lamentablemente, ese éxito táctico implicó un elevado costo en vidas de civiles palestinos y para la imagen internacional de Israel: tal vez esté ganando en lo militar, pero pierde en lo político.

Israel no parece guiarse por la famosa máxima de Clausewitz: «la guerra es la continuación de la política por otros medios»; es cierto, Hamás lo obligó a entrar en guerra y también planteó un desafío militar sin precedentes cuando se ocultó bajo tierra a lo largo de cientos de kilómetros de túneles debajo de la población civil de Gaza, pero Israel necesita una estrategia con la que derrotar militarmente a Hamás sin perder la solidaridad del mundo en el proceso. Una campaña militar con el objetivo político de garantizar que Hamás no pudiera amenazar nuevamente a Israel ni mantenerse en el poder descansaba en una premisa central: para contar con suficiente tiempo y espacio político para derrotarlo, Israel tendría que cubrir las necesidades humanitarias de los gazatíes y minimizar su sufrimiento.

Tal vez fuera imposible evitar el cruel dilema de Israel: derrotar a Hamás como fuerza militar sin la terrible muerte de una gran cantidad de palestinos; pero existían opciones viables para crear corredores humanitarios para las evacuaciones desde el norte al sur de Gaza en las primeras dos semanas después del 7 de octubre, cuando Israel lanzó una intensa campaña de bombardeos. Después de eso, para Israel era fundamental garantizar la entrega de la asistencia humanitaria necesaria para atender a las necesidades de alojamiento, alimentos, agua y atención médica de los palestinos. Y si Hamás actuaba para desviar esa asistencia, como lo hizo, la obligación de Israel era poner fin a esa situación y garantizar la seguridad para la distribución de la asistencia.

No era solo una obligación moral sino un imperativo estratégico que la comunidad internacional entendiera que Israel no era indiferente al sufrimiento de los palestinos. Sin embargo, esa es la percepción preponderante y la consecuencia es que se considera a Israel como el único responsable de poner fin a la guerra. Pareciera que Hamás no tiene responsabilidad alguna, cuando Estados Unidos y la comunidad internacional debieran haber presionado a los líderes de esa organización para que abandonaran Gaza, y salvar así a la gente. Son demasiados quienes creen que el reciente ataque aéreo israelí, en el que murió un grupo de trabajadores de World Central Kitchen que ofrecía asistencia, no fue un trágico accidente, sino el resultado de una campaña que con excesiva frecuencia parece proclive a golpear objetivos militares independientemente del costo que eso pueda implicar para los palestinos.

A las pocas semanas del comienzo de la guerra escribí que no estaba a favor del alto el fuego, porque eso permitiría que Hamás sobreviviera, se recuperara y volviera a intentar un 7 de Octubre. Quienes dijeron que Israel solo debía responder de manera limitada y circunscrita no entendían que la percepción de que Hamás podía infligir un daño tan terrible a Israel y salirse con la suya hubiera otorgado a su ideología de «resistencia» (y al compromiso con la destrucción de Israel) una enorme credibilidad en todo Medio Oriente.

Independientemente de eso, Israel seguía necesitando una estrategia que minimizara el sufrimiento humanitario, pero que estuviera vinculada simultáneamente a un objetivo claro y factible. El mal arte de gobernar siempre está atado a objetivos inalcanzables o enmarcados de manera tal que resulta imposible apoyarlos. Eliminar a Hamás no era algo probable, no más que la eliminación de ISIS a manos de EE. UU., y rescatar a la vasta mayoría de los rehenes israelíes en manos de Hamás desde el 7 de octubre nunca fue posible por medios militares.

Pero la desmilitarización permanente de Gaza —para que nunca más pudiera volver a convertirse en una plataforma para atacar a Israel— era posible. Aún lo es… y debe constituir un objetivo estratégico para Israel. En sus conversaciones con el primer ministro Benjamín Netanyahu y su gabinete de guerra, el gobierno del presidente estadounidense Joe Biden no solo debiera centrarse en la manera de lidiar con los cuatro batallones restantes de Hamás en Ráfah, sino también en cómo lograr un acuerdo sobre qué es aceptable para lograr la desmilitarización. En realidad, Israel no está lejos de poder declarar el éxito, poner fin a la guerra y recuperar a los rehenes mientras muchos de ellos siguen con vida.

Israel debiera condicionar la definición de «suficiente desmilitarización» a la creación de mecanismos mediante los cuales EE. UU., los donantes europeos y los estados árabes garanticen que toda la asistencia que fluye hacia Gaza sea monitoreada desde su ingreso, pasando por el almacenamiento y hasta el uso final. Los israelíes pueden condicionar toda la asistencia para la reconstrucción (a diferencia de la asistencia humanitaria) a que Hamás no esté en el poder —nadie invertirá en la reconstrucción en ese caso— y al funcionamiento creíble de los mecanismos de monitoreo.

Para garantizar que Hamás nunca pueda volver al poder es necesaria una alternativa Palestina en Gaza. La Autoridad Palestina es demasiado débil y corrupta como para asumir ese papel en el futuro cercano; cuando haya sido reformada de manera creíble y cuente con capacidad para lograr una gobernanza decente, sin embargo, podrá llenar ese vacío, y deberá hacerlo.

Si Hamás es derrotado en lo militar y la gente de Gaza desea volver a la vida habitual, los estados árabes podrían desempeñar un papel transicional en la gestión y la provisión de seguridad. Sé, por mis conversaciones con diversos líderes árabes, que están preparados para desempeñar un papel sin precedentes en Gaza —que incluya el despliegue de tropas—, siempre que su participación constituya un puente entre el fin de la guerra y una alternativa Palestina viable. No desean el regreso de Hamás, pero tampoco quieren quedarse en Gaza para siempre.

Excepto por la extrema derecha, ningún israelí quiere quedarse anclado en Gaza, ser responsable de 2,4 millones de palestinos y enfrentar una probable sublevación. Israel puede poner fin pronto a esta guerra y salvar a los rehenes que aún siguen con vida cuando haya desmilitarizado Gaza y preparado la situación para una alternativa a Hamás.

Y debe hacerlo, ya es suficientemente malo que el 55 % de los estadounidenses repruebe las acciones israelíes en Gaza… pero peor aún es que esta guerra se convierta en el crisol de la percepción que tendrán de Israel las próximas generaciones. Teniendo eso en cuenta, y que Irán demostró nuevamente que es el problema, Israel debe poner fin a la guerra de Gaza. La derrota militar de Hamás le permite hacerlo pronto.

Traducción al español por Ant-Translation

Dennis Ross, miembro del Instituto de Washington de Políticas sobre el Cercano Oriente (The Washington Institute for Near East Policy) fue director de planeamiento de políticas del Departamento de Estado de EE. UU. durante la presidencia de George H.W. Bush, coordinador especial para Oriente Medio del presidente Bill Clinton, y asesor especial sobre el Golfo Pérsico y el sudoeste asiático de la ex secretaria de estado Hillary Clinton.

Copyright: Project Syndicate, 2024.
www.project-syndicate.org

spot_img

También te puede interesar

Dennis Ross
Dennis Ross
Dennis Ross, miembro del Instituto de Washington de Políticas sobre el Cercano Oriente (The Washington Institute for Near East Policy) fue director de planeamiento de políticas del Departamento de Estado de EE. UU. durante la presidencia de George H.W. Bush, coordinador especial para Oriente Medio del presidente Bill Clinton, y asesor especial sobre el Golfo Pérsico y el sudoeste asiático de la ex secretaria de estado Hillary Clinton.
spot_img

Últimas noticias