Crónica de una eliminación anunciada

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De 12 partidos jugados, El Salvador empató cuatro y perdió ocho; Maradiaga no dirigirá más a la Selecta

La frí­a noche en la que once salvadoreños saltaron al césped del estadio Cuscatlán en San Salvador, la afición llegaba a cuentagotas cargando esperanzas y banderas azul y blanco para apoyar más que solo a un equipo, celebrar el orgullo de llamarse salvadoreño, pero ni las emociones ni las esperanzas lograron evadir otra eliminación mundialista que ya se avecinaba pero que nadie querí­a aceptar.

“”Sí­ se puede, sí­ se puede, sí­ se puede””, comenzaba a gritar la afición de la selección número 137 del mundo que recibí­a en casa a la selección número 14 del planeta según la FIFA, pero no se pudo.

José Valle sostení­a con cuidado su segundo vaso de cerveza cuando reaccionó que el himno nacional de El Salvador estaba por cantarse. “”Se me eriza la piel al escucharlo así­””, dijo mientras uní­a su voz a las más de 20 mil personas que acompañaron la melodí­a del himno. Gritó al finalizar, lo aplaudió y volvió a su asiento porque el juego estaba por comenzar.

Afuera del estadio, mientras el tráfico de un viernes por la noche colapsaba San Salvador, el olor a carne asada se mezclaba con el de la tierra mojada por la leve llovizna y los niños inclinaban su mentón mientras les dibujaban banderas y escudos salvadoreños en sus mejí­as.

Los improperios contra once ciudadanos mexicanos vestidos de blanco con distintivos verdes y rojos colmaron los graderí­os del coloso de Monserrat; ahí­, en el denominado “Vietnam”, se desplegaba el fantasma del 7-0 que Chile le propinó a México en la pasada Copa América. Los salvadoreños también jugaban su juego en las gradas.

A las 8:07 el juez del encuentro llevó su silbato a la boca y pitó. El balón comenzaba a rodar, El Salvador era un vaivén de emociones que eran espiadas de lejos por la negatividad y la realidad.

Entre el minuto tres y el minuto siete de partido, El Salvador y México compartí­an llegadas de peligro. El Salvador estaba dispuesto a matar o a morir en su campo y salió por el resultado, acorralando las salidas mexicanas y bombardeando con centros que terminaban en rechazos de la paciente defensa mexicana.

El Salvador jugaba bien su primer tiempo; México esperaba. Minuto 20 de partido y una mano dentro del área mexicana hace que el réferi extienda su brazo derecho y señale el manchón penal, desatando la locura azul y blanco.

Alexander Larí­n tomó la pelota, la acomodó, llevó sus manos a la cintura y al escuchar el silbato, corrió suavemente y tuvo el atrevimiento de meter un penal al mejor estilo “Panenka”. La gente se abrazaba, gritaron gol, la prensa se desbordaba y millones en casa volvieron a creer.  

Los cuscatlecos fueron los amos y señores del primer tiempo. Marcaron con fuerza a México, acción que les costó tres jugadores con tarjetas amarillas durante el encuentro.

México y su constelación de estrellas se apagaba. “”Vamos El Salvador”” gritaba José Valle aunque el color de su camisa no era azul sino roja. José volvió a levantarse de su asiento para unirse a la ola porque el Cuscatlán temblaba y devoraba a los pocos mexicanos que a lo lejos bien parecí­an un manchón verde entre tanto azul y quienes solo callaban, esperaban, acomodaba sus sombreros de charros y aguardaban.

Oscar Cerén (16) disputa un balón divido entre dos jugadores mexicanos. Foto/Vladimir Chicas

El segundo tiempo llegó. La afición creí­a que este no serí­a el octavo partido sin ganar de la “Selecta”; aunque abuchearon el nombre de Ramón “El primitivo” Maradiaga cuando lo oyeron nombrar en altavoz, el pueblo depositó su último voto de confianza en aquel hondureño moreno y regordete que dirigí­a a El Salvador.

Juan Carlos Osorio, técnico mexicano, se mantení­a al borde del área técnica. Se deshizo de su saco gris y levantaba la cabeza, daba indicaciones y anotaba en una libreta. “El Primi” Maradiaga, nunca se alejó del borde de su área técnica. Gritaba, alcanzaba los balones y daba indicaciones a una selección salvadoreña que estaba a punto de desplomarse.

Los pases incompletos de Pablo Punyed y el casancio de Nelson Bonilla, eran las alarmas del segundo tiempo. México tocaba, hací­a su juego y comenzó un muy buen tributo al famoso estilo de juego “tiki-taka”. El Salvador se desesperó.

Los aztecas adelantaron lí­neas y salieron por la remontada. El Salvador se metió en su área a defender. Minuto 52 de juego un centro desde la derecha tras cobrar una falta y Héctor Moreno se despojó de su marca y a placer empujó la pelota al fondo de la porterí­a salvadoreña para obtener el empate enmudeciendo al Cuscatlán.

México no soltó el pie del acelerador y continuó generando llegadas de peligro frente a un El Salvador totalmente distinto al primer tiempo, arrinconado y con los desesperados y acostumbrados pelotazos a nadie.

Minuto 57, centro desde la izquierda y la pelota bañó a la defensa salvadoreña para encontrar solo y sin marca a Ángel Sepúlveda quien remató de cabeza para el 2-1 a favor de México.

Pese a ir perdiendo, los gritos de “Sí­ se puede” volvieron al Cuscatlán y se alternaban con la rí­tmica porra del “siete a cero, siete a cero”, recordándole al rival su última y más reciente goleada ante Chile, pero eso no inmutó a México que lejos de frenar, salió en busca del tercer gol.

Ángel Sepúlveda recibe un balón sobrado por el centro y en un mano a mano con el portero Carrillo, perdió el duelo, terminando el guardamenta con el balón. “”uhhhhhh”” rugí­a el estadio, como sabiendo que se salvaron del tercero.

Pero fue inevitable, pues al minuto 73 de partido vino un penal a favor de México y fue Raúl Jiménez el encargado de poner el lapidario 3-1 y el fin del mal llamado por muchos años “sueño mundialista”.

“”En lo particular me siento dolido porque no se logró el objetivo y acepto la responsabilidad del resultado””, dijo en rueda de prensa Ramón Maradiaga, quien no dirigirá más a El Salvador.

Los números de Maradiaga no son los mejores. De 12 partidos jugados empató cuatro y perdió ocho, sin ninguna victoria durante los 12 meses que se sentó en el banquillo técnico salvadoreño.

“”La Federación Salvadoreña de Fútbol es una vergí¼enza para nosotros que venimos al estadio a mojarnos. Desde 1982 que yo vení­a de pequeño al estadio, jamás habí­amos visto una selección igual. Los que nos hemos mojado y aguantado el tráfico no tenemos nada y la Federación, bien gracias””, lamentó José Valle a su salida del Cuscatlán, indignado como todos.

Con este resultado El Salvador se despide de sus aspiraciones de clasificar al Mundial Rusia 2018 pues dependí­a de un triunfo en casa, y de que Honduras venciera a Canadá pero ninguna de las dos. El Salvador tratará de cerrar de manera digna ante Canadá en Vancouver el próximo 6 de septiembre. Al mundial no vamos, ni a México le ganamos.

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Mario Beltrán
Mario Beltrán
Periodista sección PolÃítica en ContraPunto. Graduado de Comunicaciones en Universidad Cristiana de las Asambleas de Dios.
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