jueves, 2 mayo 2024

Ariel Romero, importante miembro de la Comunidad salvadoreña en Washington DC ha trascendido, ¡Celebremos su vida!

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"Así era Ariel Romero, siempre entregado a los otros, buscando en la bondad, la paz que tanta falta hace en el mundo": Grego Pineda.

Por Grego Pineda.

Ayer, en la zona conocida como DMV que implica Maryland, Virginia y el Distrito de Columbia, un nubarrón de sorpresa e incredulidad sacudió la conciencia de la Comunidad salvadoreña al conocer, por medio de las redes sociales, sobre el deceso del conocido y querido amigo de sus amigos y hermano de todos, escritor, empresario y extraordinario Ser Humano: Ariel Romero.

Ariel Romero fue un personaje inventado por José Santana Martínez Cedillos, pero como en un cuento surrealista, Ariel Romero terminó apoderándose y canalizando el espíritu y vida de su creador José Santana. José emigró a los Estados Unidos de América y llegó cargado con sueños, ilusiones y responsabilidades graves, pues había dejado a su amadísima familia en El Salvador, su entrañable país.

Sin tiempo que perder y para proveerse recursos José Santana empezó a trabajar con denodada devoción y mucha responsabilidad. Porque hay que decirlo claro y firme: el faro principal de su vida era cumplir sus responsabilidades con la familia dejada en su país y con las necesarias para establecer una base en su nuevo país para ofrecer un mejor futuro a su esposa y dos hijos.

José Santana trabajaba y estudiaba para mejorar su inglés y poco a poco se fue forjando un lugar dentro de la comunidad, pero sobre todo en su círculo afectivo integrado por su hermano Miguel Ángel Martínez Cedillo y su primo José Eulalio Portillo. En esa época es cuando nace Ariel Romero, producto de la necesidad de José Santana de reinventarse y multiplicarse pues para José la idea no era sobrevivir, sino sobresalir como un creador y hombre de bien, y traer su familia a vivir con él.

A pocos años, logró que su esposa Beatriz Irasema y sus dos hijos, Álvaro y Gandhi, vivieran con él y desde entonces Ariel Romero fue imparable. Irradiaba energía, entusiasmo, creatividad: trabajaba en varios proyectos empresariales y a fin de no carecer de oportunidades, ofrecía servicios diversos según las cuatro estaciones. Y como era de esperarse, a tanto afán, llegó la estabilidad en varios sentidos.

Entonces José Santana retomó su añeja vocación de escritor y es así como Ariel Romero publica su primera novela: “Los Inmigrantes en su Laberinto” que es verídica y por lo tanto testimonial porque es la historia de su hermano menor, quien al cruzar la frontera a través del desierto y quien, ya abandonado por los guías, perdido y sin agua, estuvo a punto de morir, pero que de milagro fue rescatado al momento en que desfallecía. Después vinieron muchos más libros sobre temas diversos, publicados bajo su seudónimo Ariel Romero.

El tiempo pasó y tantos afanes dieron sus frutos con respecto a la crianza y formación de sus dos hijos y llegó el momento en que Ariel decidió dar por concluida esta etapa y regresarse a El Salvador junto a su amada esposa Beatriz Irasema y disfrutar de un tiempo de paz y descanso. No obstante, cuando ya vivían en El Triunfo, Usulután, llegó la pandemia y lejos de recluirse y protegerse, Ariel movilizó sus amistades y dispuso de sus recursos para comprar alimentos básicos y sin bandera tan solo por amor y solidaridad, salió a las calles y barrios a repartir paquetes de ayuda esencial. Queda en las redes sociales testimonios visuales de estos tiempos que una vez más Ariel abrazó la causa del bien común.

Todo era maravilloso hasta que, el Destino tensó la cuerda de su vida porque hace un par de años su hijo menor Gandhi fue arrebatado de este mundo y trascendió en Los Estados Unidos de América. Sus cenizas fueron trasladadas al país natal y convivieron con el dolor, devoción y amor de Irasema y Ariel. Por su parte el otro hijo, Álvaro, sigue en la zona metropolitana, forjándose un prestigio digno de su esfuerzo y como un reflejo de las enseñanzas y legado de su padre, quien ahora ya está junto a Gandhi.

Finalmente, expreso mi profunda tristeza por su partida. Tuve el privilegio de ser su amigo cercano y sé que él me exigiría que levante mi ánimo, que destaque lo positivo de las memorias acumuladas, los legados personales forjados y las obras buenas realizadas. Así era Ariel Romero, siempre entregado a los otros, buscando en la bondad, la paz que tanta falta hace en el mundo. Entonces, solo falta rogar porque Dios lo tenga en su gloria y misericordia, y que descanse en paz.

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Grego Pineda
Grego Pineda
Escritor de la diáspora salvadoreña en EE. UU, Magíster en Literatura Hispanoamericana, columnista y colaborador de ContraPunto
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